Digna catedral para el turista con ganas de conocer la tradición culinaria antioqueña.
Si uno quiere contar la vida arriera y su historia, mejor se aliña con un buen desayuno clásico paisa, o ese almuerzo sobrado de grasas y de ingredientes que desbordan el plato.
No es mi mejor opción para mi cuerpo, el exceso de grasa es habitual en los típicos de esta región, pero no desmerece una visita muy de vez en cuando.
El ambiente es un sancocho de famílias antioqueñas y turistas recargados de curiosidad, pero mas bien pocos extranjeros, es un territorio puro y duro de esta tierra.
El desayuno es una misa: la arepa, el queso, el chocolate, nunca falta el chicharrón, el hogao con huevo, el quesito y la mantequilla rondando por ahí.
para el almuerzo, están los cortes clásicos, la carne en este departamento raras veces es de mala calidad, y la bandeja paisa o la desafiante picada son dos gigantes que llegan a descolocar el estomago de más de un cliente, pero eso si, buenas con ganas.
la picada dispone de una combinación apresurada y completa de carnes, chorizos y morcillas, en compañía de patacones y tomate (verde).
El servicio es de fórmula uno, hay muchos meseros, por lo tanto, son eficaces por naturales y están educados para despachar las mesas, y ahí mi descorazonado momento: el colombiano come sin disfrutar, y resulta prácticamente imposible meterse entre pecho y espalda una picada para dos en media hora sin disfrutarla, cuando percibes al mesero vigilante, pendiente de cuando diablos vas a terminar para dejar libre la mesa.
Hay fila, siempre la hay, y no es porque el lugar sea exclusivo, es porque esta es la actitud para acceder a un restaurante de comida tradicional paisa: la fila y la rapidez.
El lugar? un museo arriero y rural, como debe que ser, lástima que hay una costumbre de "plasmar" muchos restaurantes con eso, con el infaltable plasma emitiendo partidos de futbol o telenovelas.
Y tienen buñuelos!
