El lugar invita a pasar la tarde, un almuerzo larguísimo y yo hasta seguiría allí con la cena. Como todo en Colombia el servicio no es muy bueno, son demasiado inflexibles y muy lentos. La comida, una delicada expresión de como preparar y servir los frutos del mar; y el ambiente antiguo a la orilla del mar hacen que uno quiera repetir la experiencia.

Diferente, delicado, una joyita. La atención es increíblemente buena, muy distinta a la rígida y seca atención que se acostumbra en Colombia. La comida impecablemente presentada, sabores muy delicados y todo en su perfecto punto. Un descubrimiento realmente muy agradable. Sin duda vuelvo cuando ande por Cartagena.