Con mucho interés por degustar comida libanesa, esta experiencia me decepcionó. Muy amable la persona que atendió, pero con un poco de desconocimiento de platos e ingredientes. Estos últimos realmente pobres. Una sopa de lentejas, supuestamente con cordero, resultó un hueso de cerdo. El plato Kafta, dos pinchos de carne de res y pollo, viene acompañado de... ¡papa frita! No lo podía creer! Lo único rescatable fue la Baklava, al final. Deberían repensar el concepto de comida verdaderamente árabe.
Me gusta